lunes, 27 de octubre de 2008

El sueño profundo del hombre horchata

Jacques se quedó dormido en el sofá porque me trajo un montón de deuvedés aburridísimos de cine experimental francés de ese que tanto le gusta. Yo llevaba dormida un par de horas, pero fingía estar despierta porque me daba hasta pena. Cada dos por tres, yo intentaba hacerle preguntas de esas que él no contestaría en estado completamente consciente. Eran cosas tipo: "Jacques, ¿yo te gusto?"... o "Jacques, ¿que tienes en las venas, sangre y horchata?". A lo que él, simplemente respondía: "Grrrrr" o quizá "mmmmmm", que ya es más de lo que responde habitualmente.
Cuando Jacques se dormía más profundamente, yo apoyaba la cabeza en su hombro y él, nada, a pegarme un manotazo como si fuera una mosca tocapelotas. "Jo, Jacques, ni siquiera dormido me haces caso...".
Y, en realidad, aunque parezco bastante concienzuda, me doy por vencida con relativa facilidad. Así que, cansada de que no me hiciera ni caso y de que me pegara manotazos, le puse todos sus deuvedés en una bolsita de Mercadona, encendí la luz y le dije que se fuese a su casa, que la pensión CasaClicka estaba llena. Después me arrepentí un poco, pero ya estaba hecho.

domingo, 12 de octubre de 2008

Galletas



Reconciliarme con mi padre para heredar algún día su vasto imperio inmobiliario me está obligando a pasar por el aro demasiado. Este puente, porque aquí en la Comunidad Valenciana hemos tenido puente, lo he dedicado a hacer de hija buena y a pasar horas muertas en Villa Wendolin fingiendo ser todo lo que papá quiere que sea. Incluso le he hecho ver que la señora Valdelaspuertas me parece una tía fantástica y que me encanta pasar la tarde con ella en la cocina haciendo unas galletitas que salen bastante rancias.
La mujer, que está bastante chapada a la antigua, quiere enseñarme todos esos truquitos que solo ella sabe para mantener mi casa como los chorros del oro y como el paradigma de la limpieza y la pulcritud. En realidad, a mí todo eso me da bastante igual, pero ser algún día la dueña de Villa Wendolin lo compensa. La señora Valdelaspuertas ha sistematizado incluso la forma de limpiar los platos, de las piezas más pequeñitas a las más grandes, de las que tardan más en secarse a las que menos... Y pienso que tal vez haya malgastado todo su talento encerrada en la mansión en lugar de ganarse la vida con algo más divertido.
Y sí, si he venido a Villa Wendolin es porque Jacques se ha ido de puente con su amigo el nerd gafapasta a un festival de cine experimental en Munich. Es que no se puede contar con él...

domingo, 5 de octubre de 2008

El té



Papá tiene costumbres que se acaban convirtiendo en ritos. Llega el otoño y tenemos que tomar el té. Cuando vivíamos todos juntos y mi madre no se había fugado, me hacían ponerme un vestido los domingos, bajaba al salón y me sentaba a tomar el té con ellos mientras hablábamos de cosas intrascendentes, como lo mal que le iba en el cole a la hija de Asun y lo lista que era yo de pequeña.

Ahora mi madre ya no está, la hija de Asun es casi catedrática y ya no puedo darle las galletas rancias al loro Unamumo porque está disecado. Pero a papá le da lo mismo. Saca el carrito del té como si la casa estuviera llena de gente, saca las alfombras del salón y le dice a la señora Valdelaspuertas que nos prepare un té Grey Earl francamente asqueroso. Nos lo empezamos a tomar y me cuenta, como si no hubiese pasado el tiempo, que Juanjo, uno de sus arquitectos, va a ser padre y que a su ex socio lo van a meter en la cárcel por alguna historia turbia que yo prefiero no saber.

Venir a Villa Wendolin los domingos es una tortura, pero creo que papá me sigue necesitando. Unos días quiere tocar la batería y otros, tomar el té como en los viejos tiempos.