Jacques se quedó dormido en el sofá porque me trajo un montón de deuvedés aburridísimos de cine experimental francés de ese que tanto le gusta. Yo llevaba dormida un par de horas, pero fingía estar despierta porque me daba hasta pena. Cada dos por tres, yo intentaba hacerle preguntas de esas que él no contestaría en estado completamente consciente. Eran cosas tipo: "Jacques, ¿yo te gusto?"... o "Jacques, ¿que tienes en las venas, sangre y horchata?". A lo que él, simplemente respondía: "Grrrrr" o quizá "mmmmmm", que ya es más de lo que responde habitualmente.
Cuando Jacques se dormía más profundamente, yo apoyaba la cabeza en su hombro y él, nada, a pegarme un manotazo como si fuera una mosca tocapelotas. "Jo, Jacques, ni siquiera dormido me haces caso...".
Y, en realidad, aunque parezco bastante concienzuda, me doy por vencida con relativa facilidad. Así que, cansada de que no me hiciera ni caso y de que me pegara manotazos, le puse todos sus deuvedés en una bolsita de Mercadona, encendí la luz y le dije que se fuese a su casa, que la pensión CasaClicka estaba llena. Después me arrepentí un poco, pero ya estaba hecho.